La Navidad en el arte del Belenismo

 

Las reliquias de la cueva de Belén fueron trasladadas a Roma reliquias de la cueva de Belén, con las que supuestamente el Papa Sixto III, Pontífice que dirigió los destinos de la Iglesia en el S.V, mandó construir una rememoración de la escena del Nacimiento, decisión que motivó que desde entonces el Templo en el que tuvo lugar esta representación pasara a denominarse como Santa Maria da Praesepe.  En el S. VII, el Romano Pontífice Teodoro I, edificó un oratorio en la misma iglesia, para que en él se custodiaran las reliquias, en donde se celebraba la primera Misa de las tres que se ofrecen en el día de Navidad.

Podemos citar otras representaciones en la Basílica Vaticana durante el Pontificado del Papa Juan VII, en el siglo octavo, y la auspiciada por el Papa Gregorio IV en el siglo noveno, en la iglesia ubicada en la Ciudad Eterna, Santa Maria Trastevere.

Las representaciones de los momentos más destacados de la vida de Cristo contaron con un importante aliado para facilitar su difusión, en las obras teatrales que se compusieron a lo largo de los siglos, y que con el paso del tiempo llegaron a revestirse de un gran boato y una estudiada puesta en escena, además de contar con unos elaborados diálogos y un cuidado vestuario. Como digo, este proceso se fue desarrollando a lo largo del tiempo, siendo en un primer momento condenado por la Iglesia, dado que su origen escénico se encontraba en el teatro de la Roma pagana, que se había servido de este medio para ridiculizar las creencias de la nueva religión cristiana. 

No debemos olvidar que estas representaciones, en muchas ocasiones auspiciadas por el poder, pasaron también a representarse en las propias iglesias, y que en primer lugar se dedicaron al tema de la Pascua (Pasión, Muerte y Resurrección del Señor), al que se añadiría el ciclo de la Natividad, que poco a poco fue contemplando la presencia de diferentes personajes, y que con el paso de los años asumiría las representaciones de vidas de santos y especialmente a partir del S.XVI, siguiendo las directrices del Concilio de Trento, con idea del Triunfo de la Iglesia Católica sobre la Reforma Protestante de Lutero.

Pero debemos contemplar otra faceta de esta expansión de las representaciones teatrales que para llegar al pueblo se revisten de una mayor simplicidad, y los personajes aparecen como más humanos, e incluso se aplica un tono de carácter cómico. En el papel desarrollado por San José, o en la inclusión en la representación de escenas relativas a los usos y costumbres de la zona.

Llegados a este punto es de trascendental importancia tener presente la situación de las personas que recibían el mensaje de formación, de carácter catequético. Hasta hace pocos años la inmensa mayoría de las personas eran iletradas, con lo que llegamos a la verdadera razón de la existencia de estas obras teatrales y de la imaginería, que se fueron creando a lo largo de los siglos. El pueblo llano no tenía otra posibilidad de acercarse a las verdades de la Fe que a través de las historias que se transmitían de manera oral, de la plasmación de las escenas de la vida de Cristo, de la Virgen y de los Santos, encarnados en los personajes del teatro, y dirigiendo su mirada y oraciones a las imágenes que representaban igualmente, los pasajes de la Vida del Señor, especialmente en la Pasión, por su carácter Redentor del género humano.

 Las órdenes religiosas y la transmisión del mensaje cristiano

En el S.XIII, con la aparición de las órdenes mendicantes, franciscanos y dominicos, la evangelización tomó un nuevo rumbo, y la predicción se hace más cercana a los fieles. Con ello también se lleva a cabo una humanización del arquetipo que hasta entonces había imperado, en la manera de representar, y dar a conocer tanto a Jesús, como a su Madre la Virgen.

Tan recordada es la iniciativa de San Francisco de Asís, que en el año 1223, y después de haber visitado los Santos Lugares, pide autorización al Papa Honorio III, para la representación del Nacimiento en una cueva de la localidad de Greccio, en la Toscana, en donde según la tradición, las imágenes colocadas en dicha cueva cobraron vida durante el desarrollo de la ceremonia. Los franciscanos, siguiendo el ejemplo de su Santo fundador, acogieron en sus templos la organización de belenes vivientes, con el mismo objetivo. De gran importancia es la labor para este fin de las monjas clarisas, rama femenina de los franciscanos y de su fundadora Santa Clara. En los conventos de diferentes órdenes se fue estableciendo la obligación de que cada novicia que entraba a profesar, en la dote que debía entregar a su convento, se encontraba la imagen de un Niño Jesús, para los que las monjas creaban diferentes atuendos y escenografías, dependiendo de los pasajes que quisieran representar.

Como consecuencia de la Contrarreforma a la que antes me he referido, auspiciado por los Jesuitas, fundados por San Ignacio de Loyola en 1539, la proliferación de la composición de belenes, cuyas imágenes son encargadas a tallistas, refuerza el sentir de la Iglesia Católica, frente a la herejía encarnada por la Reforma Luterana.

Las clases pudientes, entre las que se encontraba la alta burguesía junto a la realeza y la nobleza, se afanan por contar en sus palacios o mansiones con belenes de extraordinaria calidad artística, y de ahí se transmitió a las clases populares. Junto a la escena del nacimiento aparecen personajes populares que representan labores y diferentes actividades de las personas de carne y hueso que habitan en estos lugares en los que los belenes se colocan. Los Teatinos de San Cayetano en el S. XVI, los Escolapios de San José de Calasanz en el S. XVII, y en el S.XIX, los Claretianos de San Antonio María Claret, protegieron esta costumbre y ayudaron de manera determinante a su difusión.

Aunque a lo largo de los siglos se fueron estableciendo las bases de lo que sería un Belén, tenemos que esperar a la época del Barroco, siglos XVII y XVIII, para que contemplemos el comienzo de lo que serían los belenes que tenemos en nuestra mente, al ofrecerse tanto al artista creador de las figuras, como a quién las coloca en un escenario,  la posibilidad de contar con elementos que ayuden a crear escenas, en las que los personajes habitan y se desenvuelven, en lugares que se trasladan de la vida real, desarrollando la imaginación y la pericia compositiva de ambos.

El Belén en Europa

 Entre los diversos países y su tradición belenística, me voy a detener exclusivamente, en los belenes italianos, y más concretamente en los napolitanos, ya que éstos, son los que influyeron en mayor grado en los Belenes españoles, gracias a la afición, protección y difusión, de los que hizo gala el Rey Carlos III. El origen del Belén se establece en Italia, y la producción de imágenes para proveer a los diferentes clientes, proviene de talleres de diferentes lugares. Es importante recordar que en el S. XVIII todavía no se había producido la unificación de Italia. Solo como ejemplo, existían los Estados Pontificios, Piamonte y Cerdeña, de la Casa de Saboya, por otro lado existían ciudades estado con su propio autogobierno, como Venecia, Ducados como es el caso del de Parma, gobernado por los Borbones, así como el reino de Nápoles y Sicilia. Estas divisiones son más complicadas de lo que las presento, ya que las fronteras de los diferentes territorios, cambiaron en muchas ocasiones dependiendo de guerras y tratados.

El centro de producción de figuras para belenes que acabó imponiéndose sobre los demás, y cuyo protagonismo se ha mantenido hasta nuestros días es Nápoles, que como apuntaba líneas más arriba, estaba gobernado por una de las ramas que componían  la casa de Borbón.

En Italia, existen referencias relativas a la obra del florentino Arnolfo di Cambio, destacado arquitecto y escultor, que labró en el año 1289 un nacimiento de mármol blanco, que se conserva en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, de la que perviven los tres Reyes Magos, aunque desgraciadamente se deben haber perdido esculturas tanto de pastores como de ángeles, en el que la imagen de la Virgen no es la originaria de la composición, atribuida a Jacobo Sansovino (S. XVI). De acuerdo con otras investigaciones, se asegura que el Belén más antiguo de los italianos, se remonta al año 1330, en la iglesia de Santa Clara, en Nápoles.

El cambio en la estructura interna de las figuras de un Belén Napolitano ocurrió en el S.XVII, y el gran éxito de la nueva conformación se debe a que una misma figura podía formar parte juntamente con otras o en solitario, de escenas diferentes, pues al ser articuladas podían colocarse en la posición deseada, al igual que su indumentaria, que al ser confeccionada para cada escultura podía cambiarse según las necesidades que se presentaran. 

El esqueleto de la figura es de alambre que se cubre con estopa, se tallan en madera las cabezas, las manos hasta el antebrazo y los pies hasta la rodilla, siendo en el S. XVIII cuando se decide el establecimiento de unas directrices que unifican sus dimensiones, entre 35 y 40 cm., y las cabezas pasan a elaborarse en terracota, material que ofrecía mayores posibilidades a la hora de esculpir los rostros, con sus gestos y expresiones. En la primera fase se realizaban las cabezas y la parte delantera del busto, y después de pasar por el horno se corregían las imperfecciones y se alisaba la superficie.

También se eligen los colores para los tonos de la piel, rosáceos para las mujeres o los niños, y colores más tostados para los hombres. Con pincel se dibujaban los labios y las cejas, y se colocaban ojos de cristal, que con el tiempo se fueron fabricando con nuevos adelantos técnicos, con la finalidad de que fueran más sencillos de elaborar, y que el resultado se asemejara lo más posible al natural. Trabajo arduo era hacer desaparecer las huellas del pincel, aplicando pinceladas con agua y finalizando con la pasada de una tela muy fina para dotarlas de brillo, después de haber conseguido con el proceso anterior, que la superficie quedara totalmente lisa. La última fase era la construcción de la figura, ensamblando cada una de sus partes, fijando en primer lugar la cabeza, a la estructura interna, para acabar con la colocación de las extremidades.

Se crean escenografías extraordinarias en las que la escena del nacimiento se dispone en medio de unas ruinas (descubiertas las ruinas de Herculano), y junto a esta composición se dispone una abundante serie de personajes que nada tienen que ver con los tiempos evangélicos, y que por el contrario reproducen la vida y costumbres de los habitantes de las ciudades de Nápoles.

Por otro lado, frente a la vida ruidosa y sencilla de los habitantes del Belén, se produce un desbordamiento de la imaginación al configurar la riqueza y el exotismo de los Reyes Magos, con sus atuendos, cabalgaduras, servidores, animales, y toda la parafernalia que forma su cortejo. El detallismo y la minuciosidad en la creación de las diferentes figuras y escenarios, llevaría a la especialización de artistas en la realización de partes concretas del cuerpo, confección de los ropajes, utensilios, animales, mobiliario, alimentos, joyas, instrumentos musicales, así como la creación de las escenografías y los elementos que fueran necesarios, para disponer en ellos las diferentes escenas.

Mención especial merece el que sería monarca en España Carlos III, que en los territorios italianos fue Duque de Parma y Piacenza, como Carlos I; Rey de Nápoles como Carlos VII; y Rey de Sicilia como Carlos V;  hermano de su antecesor Fernando VI, ambos hijos de Felipe V, aunque de diferente matrimonio, Fernando de su primera mujer, María Luisa Gabriela de Saboya, de la que enviudó, y Carlos, fruto de su matrimonio con su segunda esposa Isabel de Farnesio.

Carlos III, durante su estancia en Italia fundó la fábrica de porcelanas de Capodimonte, siguiendo las directrices de artistas alemanes, a los que conocía por su esposa la Reina María Amalia de Sajonia, y los enseres que llevó consigo desde su tierra. Además de las piezas de porcelana de delicada factura, empezaron a fabricar figuras para los belenes, siendo el monarca muy aficionado a su montaje y a la adquisición de un gran número de ellas, con los que se construían belenes espectaculares en el palacio de Capodimonte, que da nombre a la fábrica de porcelanas. Compartían esta afición su esposa la reina, que incluso confeccionó vestuario para las figuras, y su consejero el padre Gregorio María Rocco.

Cuando vino a España para reinar como Carlos III, trajo consigo esta afición juntamente con las técnicas y artistas de la fábrica de porcelanas. Aquí fundó, en los jardines del Palacio del Buen Retiro, la fábrica de porcelanas homónima que junto con otras reales fábricas por él fundadas, abastecían de mobiliario a los palacios reales.

No me resisto a contar que la fábrica de porcelanas del Buen Retiro alcanzó una fama mundial, y cuando tuvo lugar la invasión napoleónica, y entraron tropas inglesas con el objetivo de ayudar a los españoles a expulsar de nuestro país al invasor, intervención que han sobrevalorado, restando importancia a la actuación de nuestros antepasados que fueron pieza determinante para la victoria sobre Napoleón. Para impedir que las piezas que se fabricaban en la Real Fábrica del Buen Retiro hicieran la competencia a la porcelana de su país, la bombardearon, para quitarse del medio de un plumazo a un competidor que les molestaba por la superior calidad de la porcelana que se elaboraba en Madrid. Indudablemente era mejor por los materiales empleados, por los diseños, la manera de trabajarla, y las piezas en sí.

La llegada del S. XIX supuso la entrada en decadencia de la fabricación de belenes en Nápoles, aunque existieron artistas de renombre, que mantuvieron vivo este arte para las futuras generaciones, hasta llegar al importante auge experimentado en nuestros días.

 

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